La emoción de Eva González al volver a disfrutar de los pequeños grandes placeres de su vida
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Si hay algo importante en la vida de Eva González, eso es la familia. La presentadora tiene claro que por ellos es capaz de luchar hasta el final y sobreponerse a cualquier adversidad o piedra que se ponga en su camino, y así lo lleva haciendo desde que tiene uso de razón. La presentadora siempre que puede presume de la bonita relación que tiene con todos los miembros de su familia y de la que ha construido junto a su marido Cayetano Rivera. Fruto de su relación nació el pequeño Cayetano Jr. y se ha convertido en la alegría de sus vidas. De hecho, en los últimos días hemos visto algunas imágenes de lo más cómplices entre el matrimonio, pero también estampas familiares idílicas junto al pequeño de la casa que trae locos de amor a la familia.
Ahora, esto no es lo único que da sentido a la vida de Eva. Las pequeñas grandes cosas es algo que la andaluza destaca, vive y le hace vibrar. De ahí, que con su vuelta al trabajo, a los viajes y a compartir tiempo de calidad con los suyos, tras un año de mucha restricción y miedo, Eva haya querido compartir con todos algunos de los placeres de la vida, los pequeños, medios y grandes que ha vuelto a vivir con gran emoción.
Volver a volver, por Eva González
Y es que, ¿a quién no le ha pasado? Después de la primera fase de la pandemia, son muchas las primeras veces que estamos reviviendo. No solo en lo personal, sino también el ocio. Cómo sabe volver a sentarse con amigos en una terraza, saborear a fuego lento un refresco o una tapa, pasear sin reloj (al menos hasta le toque de queda que aún está activo) y poder dejar que la luz del sol entre en nosotros en plena naturaleza. A eso, súmale el volver a coger un avión, un viaje en carretera y así podríamos estar días y días repasando las primeras veces que poco a poco volvemos a vivir.
Eva González ha querido compartir con sus seguidores algunas de esas primeras veces, pequeños grandes placeres que le dan la vida. Un viaje en avión, sentarse en Triana con amigos y disfrutar del pescaíto frito, un vino fresquito y una conversación disentida. La vida, al fin y al cabo.
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