La increíble historia de un buzo que fue engullido por una ballena y vive para contarlo

¡Qué pedazo de historia la del buzo y la ballena de esta semana! Casi calcadita a la bíblica, la de Jonás, que se pasó tres días, tres, en el vientre de una ballena hasta que esta lo devolvió a una isla.

Nuestra historia empieza en la costa de Massachussets, ese lugar de Nueva Inglaterra, en Estados Unidos, siempre escenario de grandes aventuras, de marineros que luchan a brazo partido contra el mar.

Y nuestro protagonista es Michael Packard, un hombre de 56 años que desde pequeño sentía fascinación por la mar, un territorio sin secretos para él. Michael salió esa mañana, como todas las mañanas, a bordo de su pequeña embarcación pertrechado con todo lo necesario para trabajar en lo que le proporciona el sustento a él y su familia. Packard es buzo profesional y todavía captura langostas a la antigua usanza, de manera manual.

Así que embutido en su traje de neopreno, con un par de bombonas de oxígeno sobre el lomo y respirador en ristre, Michael avanzó con su bote un par de millas hasta llegar a un área del océano que por su experiencia conocía como la palma de la mano. Cubrió su rostro con las pertinentes gafas y, como hacía a diario, consumó el ritual de echarse al agua, confinado en que la jornada se le diera bien.

La mar estaba en calma y Michael descendió unos metros. Como todas las mañanas, sí. Hasta que, de repente, notó una perturbación extraña en el agua, que empezó como una mezcla entre un remolino y una corriente intensa que le impedía controlar correctamente el movimiento de sus piernas.

En una décima de segundo, Michael dejó de notar el agua a su alrededor, notó una fuerte sacudida que le dejó semiinconsciente y se temió lo peor, casi sin tiempo para pensar sobre ello: lo que estaba sucediendo era que había sido mordido por un tiburón…

Sin embargo, nuestro Michael fue capaz de darse cuenta de que su cuerpo no había sufrido ningún daño. Y de que todo estaba muy oscuro. Confundido, empezó a pensar en lo imposible, en que había sido engullido por una ballena. Recordó la historia del buzo, Rainer Schimpf, que un par de años antes había sido apertura de todos los informativos tras haber sido deglutido por una ballena gigante en las costas de Ciudad del Cabo. Pensó en sus hijos, en su familia, en las alegrías que hasta entonces le había dado el mar … pero en una rebelde reacción propia de quien se sabe cerca de la muerte, Michael Packard reaccionó instintivamente moviéndose brusca y violentamente en el interior de lo que él ya había asumido que era el cuerpo de una ballena. Y aquí llegó el milagro, cuando notó que el animal le había expulsado violentamente por la boca.

Michael recobró el conocimiento en cosa de segundos y todavía tuvo tiempo, antes de llegar de nuevo a su embarcación, de ver alejarse al animal mar adentro.

Para el protagonista de nuestra historia, estos fueron los 40 segundos más terribles de toda su vida. En el hospital de Cape Cod en el que fue ingresado el parte médico casi hablaba de un milagro, escuchado lo sucedido. Apenas sufrió unas magulladuras y por suerte no se le detectó ni siquiera un hueso roto. Los expertos determinaron que a pesar de su impresionante tamaño las ballenas de la zona no son especialmente peligrosas… y que suelen devolver lo que no es suyo, en este caso el cuerpo de una persona de la mar que, con este final feliz, podrá añadir a sus historias de piratas, pecios y galeones una más, la suya, la del día en que sobrevivió, como Jonás, en el interior de una ballena. La del día, como escribió en su perfil de facebook, en que lo vio todo muy negro…

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