Qué hacer para que el pan duro parezca como recién salido del horno y poder aprovecharlo

Te desvelamos el truco definitivo para aprovechar este alimento al máximo y no tener que tirarlo a la basura pasado cierto tiempo
Los dos pasos para conseguir que el pan duro sea apto para el consumo y darle una segunda vida
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Lo hay de diferentes formas, tamaños e, incluso, con esos toques diferenciales que amplían la gama de sabores hasta límites insospechados. Sí, el pan es uno de esos productos sin los que no se concibiría una comida en España. También un producto que se concibe de distinta manera según el lugar de nuestra extensa geografía en el que nos encontremos. Y, por supuesto, varía mucho dónde y cuál compremos para que nos aguante más tiempo en condiciones óptimas para su consumo. Sin embargo, hoy venimos a desvelarte un truco con el que conseguir que ese pan duro pueda convertirse en consumible. Dos sencillos pasos que no dudamos que vas a empezar a poner en práctica desde ya.

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El pan integral, por el contrario, resulta más nutritivo, suele contener menores cantidades de azúcares y mayores concentraciones de proteínas y fibra, que facilitan la digestión y reducen el sobrepeso. Con la pandemia son muchos los que se lanzaron a su elaboración casera, con mayor o menor acierto. Los ingredientes son sencillos; basta con mezclar harina, sal, agua y levadura que permita fermentar a la masa. Aunque la harina más usada sea la de trigo, también se utiliza la de centeno, cebada, maíz, garbanzo o arroz.

Sin embargo, lo más habitual sigue siendo acudir a la panadería o tienda de alimentación para hacernos con él. Es uno de sus mayores problemas. Paradójicamente, pese a ser un producto de consumo diario por lo rápido que se deteriora, con el ritmo de vida actual no solemos comprarlo cada día y mantenemos la esperanza de que se conserve bien de un día para otro. Lamentablemente, con el paso de las horas, se va poniendo cada vez más duro, o con textura 'chiclosa', si optamos por guardarlo en una bolsa de plástico, algo, por otro lado, nada aconsejable. Es preferible utilizar una bolsa de tela, de papel o una panera.

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El plástico dificulta la circulación del aire y facilita la aparición de mohos y hongos perjudiciales para la salud y que pueden pasar desapercibidos al ojo humano. Es por ello que muchos optan por congelar el pan que no consumen. Es la mejor manera de ralentizar su deterioro, ya que una vez congelado puede permanecer varios meses bien sin perder sus propiedades. Eso sí, sabiendo cómo descongelarlo después. La mejor manera, a temperatura ambiente, y nunca en el microondas. Pero si no nos hemos acordado de sacarlo con tiempo, lo más práctico es introducirlo en la tostadora o pasarlo por la sartén. De esa forma recuperaremos en cierta forma el crunch en la corteza y la miga blandita.

Los dos pasos que debes seguir con el pan duro

Es frecuente que no nos hayamos acordado de guardar el pan sobrante mientras está tierno y crujiente y que al día siguiente, cuando vamos a buscarlo, nos lo encontramos ya chicloso o duro. ¿Qué hacer entonces? El truco, que consiste en rociar la barra de pan sobrante -podemos hacerlo sobre el fregadero- con agua y por ambos lados. A continuación solo tenemos que introducir el pan en el horno precalentado a 180 grados durante 3 minutos por cada lado de la barra. . Si pasado este tiempo aún no estuviera crujiente, lo dejaríamos un poco más. En este caso, iríamos comprobando poco a poco su estado para evitar que se quemara.

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