El drama y la soledad de Mayra Gómez Kemp nueve meses después de la muerte de su marido: "¿A dónde voy a ir?"

El pasado mes de enero, la vida de uno de los rostros más carismáticos de nuestra televisión de los años 80 y 90 como lo fue Mayra Gómez Kemp se partía en mil pedazos. Era entonces cuando su marido, Alberto Berco, fallecía. Ella quedaba sumida en una tristeza profunda que se veía incrementada por la soledad obligada por la pandemia y ese miedo a contagiarse al estar dentro del sector de población de riesgo. El próximo miércoles, se juntarán todas las voces míticas del 'Un, dos, tres'. Y, con ese motivo, el diario ABC ha charlado con ella por teléfono.

"Era todo para mí. Falleció cuando llevábamos cuarenta y ocho años juntos, toda una vida, y estaba profundamente enamorada de él. Y, aunque haya muerto, sigo enamorada de él, eso no lo puedo ni quiero cambiar", le relata a Saúl Ortiz, el encargado de charlar con ella, esos sentimientos que tiene tan arraigados y contra los que no puede luchar. Los mismos por lo que ha entrado en una etapa en la que el duelo se solapa con las heridas del alma a las que no es capaz de aplicar bálsamo alguno.

Mayra sigue en esa casa que fue en la que vivió con Alberto y donde este murió. Esa en la que las cosas de este siguen en el lugar que las dejó, porque ella no ha encontrado ese instante de ánimo que le permita hacer borrón y cuenta nueva para iniciar una nueva etapa en su vida en la que se resiste entrar: "No he podido ni siquiera sacar su ropa de los armarios. Daría lo que fuera por estar un minuto con él".

Por si todo esto fuera poco, aprovecha para descirbir cómo fueron esos últimos instantes de Berco. "Lo dejaron morir, me lo dejaron tirado como una colilla. Los médicos no sabían ni siquiera si podían traerme una ambulancia y acabó muriendo aquí, en casa. Me quedé totalmente sola, tuve que llamar a alguien para que sacara el cadáver y lo quemara", es el relato que ofrece sin ocultar la angustia que le invade el cuerpo al recordar esos instantes de tanta crueldad.

Un discurso del que no puede despegarse

"Hay días que no hablo con ningún ser humano salvo con las hijas de mi marido que me llaman para saber cómo estoy. No salgo de casa porque, ¿a dónde voy a ir yo en estos momentos? Sinceramente, no me apetece en absoluto y todavía tengo muchísima burocracia que resolver, pagar el impuesto de sucesiones…", añade una Kemp que sabe que ya nada volver a ser lo que era. Nada ni nadie le devolverá a Alberto, el hombre de su vida para el que nos acercamos de manera vertiginosa al primer aniversario de su pérdida.

No es la primera vez, desde aquel fatídico día, que se pronuncia en estos términos. Han sido muchas las charlas que ha concedido a la prensa, como buscando el calor y la comprensión de un interlocutor ante el que desahogarse. Y, estamos convencidos, de que esta tampoco será la última. Tiene tanto dolor dentro, que aún le queda mucho por verbalizar para intentar encontrar la serenidad para vivir sin la presencia de Alberto.

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