El día que Mateo y Andrea pudieron medir el nivel de amistad que tienen

En el podcast de hoy, Mateo y Andrea han podido comprobar lo mucho que se quieren y ha sido gracias a dejar uno a otro el coche para hacer prácticas.
El día que Mateo y Andrea pudieron medir el nivel de amistad que tienen

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En el podcast de hoy, Mateo y Andrea han podido comprobar lo mucho que se quieren y ha sido gracias a dejar uno a otro el coche para hacer prácticas, asumiendo todos los riesgo que ello lleva.

Mateo con 20 años se sacó el carnet de conducir y no volvió a coger el coche hasta que cumplió los 40 años, debido a la amaxofobia, temor a conducir. Cuando cumplió esta nueva edad dijo “esto no puede ser, no puedo seguir así” alguna vez sí que se había atrevido a coger algún coche para momentos muy específicos pero con mucho miedo, tanto, que la noche anterior no dormía y cuando llegaba el momento de coger el coche él ya iba pensando que le iba a pasar lo peor, a pesar de haber estado semanas antes planificando la ruta, concienciándose que tenía que volver a poner las manos frente al volante, y ni con esas conseguía estar en calma, la angustia era la protagonista en su cuerpo. Y como todo esto no lo veía bien dijo “me tengo que enfrentar al miedo” y había diferentes opciones:

  • Psicólogos

  • Expertos en terapia

  • Lanzarte tu mismo a enfrentarte al obstáculo.

La tercera opción fue lo que hizo Mateo y no solo eso, sino comprarse un coche. De no coger coche por amaxofobia a decidir tener un coche propio para quitarse el temor a la conducción. En este momento es cuando aparecer su mayor aliada, Andrea, quien le ofrece su coche para hacer prácticas en lo que llega su propio vehículo. Aquí es donde Mateo puedo ser consciente de la suerte que tenía teniendo a su lado a una gran amiga que es capaz de asumir problemas con tal de que su amigo consiga su objetivo, vencer los miedos. “La que no tenía ningún miedo a que trajeras mi coche, al trabajo, era yo, sin ningún pedal de freno, ni nada en el sitio de copiloto” dice Andrea

Todo este viaje de prácticas de coche tuvo algún que otro problema, como por ejemplo, el intentar aparcar en un parking. Los nervios de Mateo, entre el ticket, la barra de paso de vehículo, los pedales, … hizo que, sin querer, chocara contra una columna y adiós al parachoques. “Yo esto a mi marido se lo tuve que ocultar, porque claro, el coche es de los dos y si Mateo le da un golpe al coche mi marido me hubiera echado una peta”, ríe Andrea, “Pero aprendió a aparcar en un parking, ¿Qué nos costó? El parachoques del coche, no pasa nada. Yo ahora lo pienso y es la prueba de amistad más pura y más verdadera que hay en el mundo. A día de hoy, gracias a esas experiencias Mateo tiene su coche y conduce muy bien”. Los dos sentencian que después de los miedos la amistad hizo que estos se superarán, tanto, que quizás un día puedes encontrarte con Mateo llegando al puerto de Navacerrada conduciendo su propio coche.

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