Las estafas más increíbles: un hombre vende la Torre Eiffel a un paisano

¿Te han estafado alguna vez? Todos somos candidatos a que nos estafen de una manera u otra aunque vayamos con todo el cuidado del mundo. Esta semana hemos descubierto algunas estafas difíciles de comprender. A veces pecamos de ingenuos y ante los supuestos chollos actuamos a veces con tan mala fe como el que nos quiere estafar.

Para estafas la de un hombre que le vendió la torre Eiffel a un paisano. Pasó en abril de 1925 y el chorizo se llamaba Victor Lustig. Se hizo pasar por una autoridad del ayuntamiento de París y contrató a cinco amigos para que le siguieran la corriente y se hicieran pasar por adinerados hombres de negocios para poder así́ enredar a un incauto.

El incauto al que lió se llamaba André Poisson, un buen hombre de provincias que había amasado una fortuna con su trabajo. El estafador creó una obra de teatro perfecta y el pobre André picó después de que le contara que la torre Eiffel era muy cara de mantener y que el estado había decidido venderla, eso sí, a alguien que se comprometiera por contrato a cuidarla y no destruirla. Y que sólo con la venta de entradas la tendría amortizada en un año o dos.

El incauto firmó el contrato, le pagó en metálico un fortunón y el estafador, para que pareciera todo más real, le pidió incluso que al precio añadiera una pequeña comisión por su trabajo de intermediario. Cuando el pobre André se dio cuenta de que le habían tomado el pelo, ya era demasiado tarde y Víctor Lustig ya se había pirado con la pasta a Austria. El estafado pasó tanta vergüenza, que nunca le dijo a nadie cuánto le costó la broma.

¿La estafa del tranvía de Barcelona la conoces? Luis García Berlanga hizo un episodio con esa historia para una serie que al final no salió adelante. Un tío que había salido de la cárcel el día anterior montó con todo detalle y con sus amigos la mentira de que era el dueño de un tranvía muy rentable, que siempre iba lleno, que el ayuntamiento le había dado la concesión y que se quería deshacer de él porque ya le había dado un buen dinero con el que retirarse.

Aquí, como en la historia de antes, el estafador embaucó a un rico que había llegado del pueblo a la ciudad con su señora a pasar unos días. Le pareció tal chollo tener un tranvía, que hizo las cuentas de la lechera y lo pagó al contado.

Hay que ir con mucho cuidado porque la historia está llena de sonoras estafas, como las del estadounidense Frank Abagnale, un tipo que a base de disfraces suplantó varias identidades y pasó de cobrar más de dos millones y medio de dólares a ser pillado por la policía y pasar más de 13 años entre rejas a dirigir una empresa de lucha contra el fraude. La historia la contó Steven Spielberg en una de sus buenas películas: Atrápame si puedes.

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