Las 11 palabras de Luis Miguel a su público de Madrid durante el maratón de clásicos en el Bernabéu
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Cuando uno es Luis Miguel, sabe que puede manejar los tiempos de un modo distinto al resto de artistas. Alrededor de 25 minutos después de lo que marcaba el horario previsto, El Sol de México emergía, sobre una plataforma móvil, en el centro del escenario del Santiago Bernabéu, en Madrid. Una media hora escasa en la que, por momento, su gente se impacientaba. Se alboratoba en las gradas y en esa pista convenientemente acondicionada con sillas. Vitoreaban en un intento de ser escuchados desde el camerino como en una llamada de auxilio. Se hacía esperar, pero aparecía y se generaba esa apoteosis de quien lleva con sus entradas compradas desde hace meses, porque sabe que el espectáculo va a merecer la pena.
En la primera de estas dos noches que tenía agendadas a su paso por España con la gira mundial, no había sorpresas. Ni en un 'set list' que tiene medido ni en lo escueto de un discurso que se reducía a un puñado de palabras mal contadas. Luis Miguel había ido a cantar. Con ese traje impoluto, importándole muy poco que las temperaturas veraniegas hayan hecho acto de presencia en la capital, justamente, esta semana. Y con esa dentadura más blanca que la camisa elegida para la ocasión, dentro de la que se encierra una sonrisa ideleble a lo largo de la hora y media larga de 'show'. Un maratón de clásicos de la música que se iban sucediendo como los kilómetros de la prueba reina de los Juegos Olímpicos.
Un arranque fulgurante
El juego de imágenes con las que hacer un recorrido por la carrera de uno de los 'sex symbol' indiscutibles de la industria y el sonido de una banda acompasada, servía para esa entrada triunfal al ritmo de 'Será que no me amas'. Un tema de Los Jackson 5 que él supo no solo adaptarlo al castellano, sino hacerlo suyo. 'Amor, amor, amor', 'Suave' 'Culpable o no' y 'Te necesito', se convertían en un bloque sopesado de energía, nostalgia y suavidad. Y sí, a medida que iba sacando lustre con el paso de los minutos, provocaba el delirio al son de unas caderas que bien podrían ser la versión masculina de lo que hace Shakira.
En el cabalgar sonoro, llegaba el turno de 'Culpable o no' y 'Te necesito', justo antes de que el teclado introdujera el primero de esos 'medley' con los que es capaz de dar más con menos en ese recorrido a través de su música: 'Hasta que me olvides' y 'Dame'. ¿Cómo iba a faltar el guiño al maestro Armando Manzanero? 'Por debajo de la mesa' y 'No sé tú', las elegidas. El fagot y el violín -porque la riqueza instrumental de la propuesta de Luis Miguel es exquisita- servían de puente hacia el bloque de boleros en un nuevo mix para no dejarse nada en el tintero: 'Como yo te amé', 'Solamente una vez', 'Somos novios', 'Todo y nada' y 'Nosotros'.
Si hay alguien capaz de resucitar a dos estandartes de la música, ese es Luis Miguel. Bueno, apoyándose en el virtuosismo de la tecnología. Los presentes pudimos disfrutar, por un momentos y cerrando los ojos, de Michael Jackson. 'Sonríe' es el tema que le sirve para hacer un dueto virtual. Del mismo modo que 'Come Fly With Me' es el vehículo para trasladar a Frank Sinatra al aquí y ahora. Cosas de las pantallas y del sonido, pero una delicia escuchar cómo empastan esas voces. O cómo hubiese sido disfruatrlas juntas si la historia nos lo hubiese permitido.
Momento de diversión y juego
Luis Miguel se divertía. Tanto como para atreverse a jugar con un dron. Por primera vez en más de una hora de espectáculo -y de movimientos y carreras que le tenían sudando la gota gorda en un ejercicio generoso de entrega y desgaste- la petaca desaparecía de una de sus manos. Lo agarraba para dejarnos en las pantallas que flanqueaban el escenario imágenes del público exprimiento la experiencia. Incluso, dados la vuelta. Todo ello sin olvidarse de esos pedacitos del siguiente 'medley': 'Un hombre busca una mujer', 'Cuestión de piel' y 'Oro de ley'.
'Fría como el viento', 'Tengo todo excepto a ti' y 'Entrégate' acariciaban la noche antes del estallido de esa banda de mariachis que entraban al ritmo de 'Guadalajara'. Luis Miguel, mexicano de los pies a la cabeza, utilizaba este recurrso para tenernos entretenidos mientras salía de escena unos minutos para cambiarse de camisa. Normal: la había sudado más que muchos futbolistas en los primeros 45 minutos de juego de un partido. A su salida, micro en mano y acompañado por todos ellos -incluido ese hombre que manejaba el lazo con pericia alzado al cielo del Santiago Bernabéu-, entonaba 'La fiesta mariachi'. Aún les quedaba echarle una mano con una más. "¿Se la saben?", era la pregunta con las tres primeras palabras que dedicaba a los presentes, preludio de 'La Bikina', una de las más esperadas de la noche.
Tras las serpentinas que hacían las veces de ese telón que se baja y se sube de nuevo en un teatro para cambiar de acto, 'La media vuelta' como puente a 'No me puedes dejar así', 'Palabra de honor' y 'La incondicional'. Luis Miguel estaba ya tan entonado que, en este bloque, eran nada menos que dos las frases que salían de su boca, más allá de las letras de esas canciones que son parte del imaginario colectivo de varias generaciones: "¿Cómo dice?", para que le ayudaran con la primera de ellas; "Vamos, arriba Madrid", en una petición para que alzásemos las manos a esa cubierta, paradójicamente descubierta, del templo merengue.
'Sprint' hacia la traca final
'Te propongo esta noche' no era sino uno de esos elementos al servicio del respiro y el coger fuelle para la traca final. Unas pelotas negras gigantes animaban los cuatro 'must' se había guardado para el final. Un elemento que, si bien era ideal para la algarabía del fin de fiesta, se lo hacía pasar regular a los muchachos que atendían la barra a pie de pista: los esfuerzos por guardar 'el fuerte' y que las botellas no fuesen bolos a merced de este juego, eran titánicos. 'Ahora te puedes marchar' -"¿Cómo dice, Madrid?", repreguntaba en ese timido conectar con quien está al otro lado de la música-, 'La chica del bikini azul', 'Isabel' y 'Cuando calienta el sol' eran el punto final redondo.
Después de seis años de ausencia, la intensidad era la adecuada. El repertorio, el merecido. Y ese señalar insistente a quienes le han encumbrado como uno de lso artistas de habla hispana más influyentes y representativos a nivel mundial, constante. Luis Miguel sigue siendo Luis Miguel. Y esas once palabras, son más que suficientes. Sobre todo, porque, como el tren que lleva retraso, le permitió correr a través de su historia para cumplir con la normativa horaria y no tener que pasar por caja ante las autoridades competentes.
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