La confesión más inspiradora de Dani Martín: "Quiero ser feliz abajo también, no solo en la nube"

El cantante vuelve a compartir sus aprendizajes en la red social, mostrándose vulnerable ante la opinión pública y demostrando que la fama no es fácil
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Hace unos días, desde CADENA 100 recopilábamos todas esas "lecciones de vida" que Dani Martín nos ha ido regalando en los últimos meses. Porque el cantante, que nos respondía en Instagram para matizar que eran aprendizajes, porque él no da lecciones de nada, de un tiempo a esta parte ha decidido emplear el altavoz que le supone la fama que se ha ganado con el sudor de su frente para concienciar a la sociedad de la necesidad de darnos cuenta de cuáles son nuestros puntos débiles y mostrarnos vulnerables sin que nos dé miedo. Porque él, además de acudir al psicólogo con regularidad para que le ayude a gestionar sus emociones, tiene, como todos los mortales, ciertos complejos físicos a los que ha decidido hacer frente.

Este lunes, para arrancar la semana con fuerza, el que fuera vocalista de El canto del loco ha querido regalarnos una reflexión en la que, de nuevo, utiliza uno de esos símiles que tanto le gustan. "Vaya año de aprendizaje: se me rompió el motor, se me pincharon las ruedas, se me oxidó todo por querer ir en marcha todo el rato y no saber disfrutar de estar parado. Sólo sabía rodar, no miraba las flores ni escuchaba el mar, no saboreaba el placer. Sólo sabía sobreponerme y seguir rodando", comienzan esas líneas que no tardaban en comenzar a cosechar los 'likes' a un ritmo endiablado.




La respuesta a modo de moraleja final

"Qué agradecido estoy a la obligación que la vida me ha impuesto. Me rompiste el coche, me lo paraste en un desierto sin agua, sin sombra, sin nadie. Sólo conmigo, con el que hacía 20 años que no estaba, ¿cómo iba a querer si no me quería a mí? Sólo quería rodar y rodar, el aplauso y más aplausos… ‘Jódete y conócete’, me dijiste, y así fue. Primero vas a estar 4 meses contigo, a la fuerza. Después te pondrán la cara colorada por tu cobardía en muchas cosas, por tus errores, por dejar al personaje mandar. Silencio largo, muy largo. Fundido a negro", continúa antes de lanzar una serie de interrogantes que, a buen seguro, él se ha respondido a sí mismo: "¿Tienes sed? ¿Quieres caminar? ¿Quieres sentir? ¿Quieres correr? ¿Quieres ser más que el personaje? El personaje también eres tú, pero el otro trozo, ¿dónde está? ¿Dónde ha estado este tiempo? ¿Te atreves a ir a por ello? ¿Tienes miedo?".

Efectivamente, responde. Al menos, a esto último: "Tengo miedo, mucho miedo, tengo sed, quiero caminar, correr, enamorarme, querer de verdad, atreverme, olvidarme de gustar a todos, acariciarme a mí, al imperfecto, al real. Qué peligroso es el éxito y vivir sólo en él y no tener otra vida donde también resida tu autoestima". Y añade a modo de moraleja final, por si a alguien le son de utilidad las conclusiones a las que ha llegado: "El éxito es una droga. La vida es muy corta, quiero ser feliz abajo también, no solo en la nube. Estoy arreglando el coche, va a ser un coche artesanal que parará cuando vea el mar. Que servirá para compartirlo. Mi coche olerá a mi. Estarán todos mis trastos y mis verdades por el suelo. A veces se estropeará y volveré a parar para arreglarlo con amor, sin juicio por haberlo roto, sin exigencia. Tengo las manos llenas de grasa y me encanta. Daniel".




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