Síntomas del síndrome de la cara vacía: qué es, cómo hacerle frente cuánto tiene que ver con las mascarillas

No ha pasado ni una semana desde que en el Boletín Oficial del Estado (BOE) se publicara la retirada de la mascarilla obligatoria en los espacios cerrados en España. Cinco días, aproximadamente, son los que han transcurrido y los que nos han dado para hacer muchas valoraciones y darnos cuenta de esos efectos secundarios que ha dejado este gesto en muchas personas. Porque si bien es cierto que un alto porcentaje estábamos deseando deshacernos de ella y regresar a la antigua normalidad, a la de podernos ver las caras de manera natural, no menos lo es que hay quien se resiste a retirarla por diversos motivos.

Entre ellos se encuentra el que han llamado síndrome de la cara vacía, que tiene un nombre tan explícito que no hace falta explicación adicional alguna sobre qué es, pero sí de qué provoca en los individuos que lo padecen. Lo primero que cabe aclarar es que el origen de lo que está considerado como una fobia puede estar provocado por dos motivos: el miedo, aún, a contagiarse o esa sensación de inseguridad que puede generarse al volver a mostrarse a cara descubierta. Una situación que, según los expertos, se da en mayor medida entre personas en edad adolescente. Algo lógico si tenemos en cuenta la cantidad de cambios físicos que se experimentan en esa etapa de la vida.

Consejos para acabar con esta fobia irracional

Los mismos expertos en la materia ofrecen una serie de consejos, que recogemos aquí, para ir minimizando esa sensación tan extraña y que tanta mella puede hacer en el terreno psicológico. El primero de ellos es, en vez de retirar la mascarilla de golpe -como hemos hecho la mayoría de nosotros-, hacerlo de manera progresiva. De este modo, podrán ser conscientes de que son aceptados tanto con como sin ella. Que no ha cambiado nada en su personalidad por mucho que sí puede haberlo hecho algún detalle de su fisonomía.

Además, se recomienda hacer una lista de esas situaciones en las que no uno no se encuentra cómodo al mostrar la cara sin ese cobertor al que ya nos habíamos acostumbrado, en mayor o menor medida. Las colocaremos desde la menos importante a la que le damos una importancia más grande, y el objetivo es irse enfrentándose a ellas, una a una, hasta terminar de combatirlas todas. No solo eso, sino que otro ejercicio muy sano es colocar todos esos pensamientos que no tienen su origen en la razón y darse cuente que, más allá del obstáculo que pueda suponer a nivel físico, lo es también emocional, puesto que no nos deja ver con claridad las reacciones o gestos del que tenemos delante.

En definitiva, y aunque requiera de mucho trabajo con uno mismo para poder superar esta fobia que no suele atender a ninguna causa lógica, que los beneficios -empezando por el de una respiración mucho más sana, orgánica y natural- que comporta el no tener tapada buena parte de la cara son mucho mayores que lo que nos puede perjudicar retirar ese pedazo de tela que ha formado parte de nuestro 'outfit' durante dos años. En pasado.